– ¿Adónde vas tan intranquilo?, mi querido y joven amigo.
– ¡ Al gramático !
– ¿ Y, eso… ?
– ¡ Me duele la vida… no encuentro palabras !
– ¡ Pero… !
– No hay peros que valgan; ¿ no vas tú al médico cuando te duele algo?
– ¡ No siempre !… Tú deberías ser tu propio gramático.
– ¿ Alguna idea ?
– ¿ Para qué escribes ?
– Para mantenerme cuerdo en el fino alambre de la vida; para que la muerte no tenga la última palabra, y mantener vivos a los muertos; para descubrir que no me he convertido en la persona equivocada; para saber si estoy hecho de palabras; para expresar que, a veces, no hay palabras; para vivir la vida de las palabras tras darles vida; para apagar el fuego del odio y avivar el afecto del mundo; para curar, tanto como la medicina; para endulzar los momentos, como el azucarillo; para repetirme a mí mismo, como si a través de algún conjuro, las palabras, a la vez tan cargadas y tan extrañas, pudieran revelarse a sí mismas; para congraciarme con la vida, como chocolate que seduce, goloso, dulce, antidepresivo…
– ¡ Ya brotan ! –
– ¿ El qué ?
– Las ideas. ¡ Ya fluye !
– ¿Qué fluye ?
– ¡La inspiración !
– ¡ Piensa !
– ¿ En qué ?
– ¡ En nada !
– ¡ Cierra los ojos !
– ¿ Para qué ?
– ¡ Para ver !… ¿ Qué ves ?
– ¡ Sueños !
– ¿ Y qué sueñas ?
– ¡ Palabras, palabras que vuelan !
– ¿ Adónde vas ?
– A escribir para vivir: escrivivir.
– ¿ Y el gramático ?
– ¿ Qué gramático ?…
Como dice el señor Millás: “Estamos hechos, sobre todo, de palabras. Cuando nacemos, alguien toma en sus brazos ese trozo de carne fresca y comienza a amasarlo con palabras. Somos niños o niñas, altos o bajos, feos o guapos, porque nos cuecen en una salsa de adjetivos, pronombres, verbos, adverbios y preposiciones. Un hombre hecho, incluso a medio hacer, es el hijo de, el novio de, el padre de, el amigo de, del mismo modo que es ingeniero o médico o mendigo, además de español, inglés o lituano. Por eso, conviene conocer el funcionamiento de las palabras con la precisión con la que conocemos el de los pulmones”
El Café Romantic os ofrece un breve relato por obra e inspiración de Juan M. Molina Blázquez, de Totana (Murcia), que sabe que el que no sabe, y no sabe que no sabe, es un idiota, un ignorante o un distraído, y también sabe que el que sabe, y sabe que sabe y lo emplea con sabiduría, es el inteligente. Imagen con música.