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Donde los libros huelen a libros

23 Ago

Perviven lugares, para nuestra fortuna, donde las cosas se llaman por su nombre. Quizás sea el bar de la esquina cercana a nuestra casa, donde los mismos viejos de siempre, unos más veteranos que otros, hablan de todo y de nada, o juegan a los mismos juegos de siempre. Algunos, incluso discuten consigo mismo aunque la cosa no va a mayores. Y donde también se detienen, con urgencia en el cuerpo, trabajadores, unos más jóvenes que otros, para tomar el primer café de la mañana, pensando ya en la comida y en la hora, la bendita hora, de plegar.

Quizás es la frutería y verdulería situada a dos calles, donde la fruta es fruta y la verdura, también. Escuchas allí las mismas voces, conocidas y amables. La esposa que riñe al marido porque no todas las hortalizas están con las hortalizas y una mano desinterasada que escoje por ti una sandía.

Es tal vez la panadería que siempre frecuentas y esperas frecuentar, donde sabes que el pan es eso, pan. O la peluquería, donde Rosita va todos los viernes a arreglarse un cabello ya arreglado. Nunca dejará de asombrarme este mundo en que la información viaja interestelar y, sin embargo, hay cosas que, afortunadamente, no cambian y prometen no cambiar. Donde las palabras viajan de boca en boca sin necesidad de claves para descifrarlas.

Son esos lugares, negocios de sacrificados vecinos, unos más conocidos que otros, donde te obsequian con una sonrisa, una sorpresa, un simple «buenos días», o «buenas tardes», y donde no hay que buscar el sentido de las palabras, de los gestos y de las cosas de siempre porque, como decía Saramago, si aún hay que buscar el sentido a una rosa, a una palabra, a un libro, al pan o a la fruta, es que no aún no hemos entendido nada.

Yo, vivo cerca, muy cerca de uno de estos lugares. Un lugar donde no corro el riesgo, cada vez más extendido, de haberme convertido en la persona equivocada, en el sitio equivocado y la época equivocada. Donde frases tan maravillosas, y cada vez más desuso, como «érase una vez…» ha sido, es y seguirá siendo «una vez».

Es un lugar donde un libro huele a libro. ¡Ah!, esa placentera sensación que el gran mundo desconoce de tomarlo en las manos, olerlo, ojearlo y sentir que vive en tus manos. Sentir que alguien ha escrito para hablarte, de ti, de él, de nosotros, de todos.

Rosa, la librera de la librería que lleva su nombre, – así de simple, así de bonito-, me ha recibido como cada mañana, con una sonrisa y unos «buenos días». ¡Ay! la amistad, las buenas relaciones de vecindad, la cortesía, o simplemente la correcta educación, qué grandes valores y que escasos en nuestros días.

Hace unos días, tantos que ni yo mismo lo recordaba, en sus atestadas estanterías de libros, libros de ocasión, porque un libro es un libro y aquí nada se desecha, busqué un ejemplar de «Wilt», de Tom Sharpe. No lo encontré. Tampoco era fácil hallarlo entre tanto desorden tiernamente ordenado.

Pero Rosa, que siempre que archiva algo en la memoria recuerda dónde lo alojó, sí. Lo encontró allí arriba, en una estantería a tocar del techo, como si se insinuara un camino, aún más arriba, y donde viven ejemplares que siempre vivirán, algunos de ediciones con más de doscientos años de antigüedad.

Y he tomado el libro en mis manos, sinceramente como quien recibe un regalo de Reyes, o de cumpleaños. Y lo he olido. Y olía a libro. Y al tiempo que lo olía, lo he ojeado y sus hojas parecían hablarme, veintinueve años después de llegar a la primera librería, a las primeras manos.

Permitidme la licencia. Es la librería de Rosa uno de aquellos lugares al que iremos unos minutos con la misma urgencia con la que transitamos por la vida pero un lugar al cual siempre querremos regresar, y del cual nuestro espíritu nunca se irá.

Es esta librería un mercado de ocasión del libro donde los libros huelen a libros. Y si no lo tiene, Rosa, la librera, te lo buscará y te lo venderá a cinquenta céntimos, si es necesario, con tal de arrancarte una sonrisa y un agradecimiento.

Gracias, Rosa.

Librería Rosa está en la calle Sant Roc, 25-27 de Mollet del Vallès (Barcelona), muy cerca de todo y de todos.

Goyo Martínez, periodista y escritor (con 23 minutos de música a tan sólo un clic, sobre la imagen) 

 

 

 

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Una respuesta a “Donde los libros huelen a libros

  1. redbarcheta1

    25/08/2012 at 3:30

    Goyo, me encantan tus descripciones. Aunque acabo de ir donde Rosa, espero poder volver en cuerpo y alma a oler libros, a ojearlos, y sobretodo a llevarme una sonrisa.

    Gracias!

     

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