Un reportaje publicado en el magazine de La Vanguardia el 29 de enero de 2012
La mente puede ser muy mala compañera para un preso. Cabe en ella el mundo entero, y dar alas a los pensamientos más negativos acarrea un segundo encierro, aún más severo. Llenar el día de actividades permite sobrellevar un poco mejor la condena.
Además de participar en los talleres ocupacionales más variopintos, mu-chos reclusos descubren en prisión el poder de la lectura. Los libros les ayudan a evadirse de la realidad cotidiana, les incitan a la reflexión y les abren puertas a otros mundos más allá de las alambradas. Música: El son de la vida, Macaco.
Javier, preso de la cárcel de A Lama (Pontevedra), lee en el patio. Foto: Carmen Secanella (La Vanguardia)
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