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Derrocharé abrazos…

Todos podemos pedir un deseo al año, al soplar las velas en nuestro cumpleaños. Algunos pedimos más: con los ojos, mirando y rogando al cielo, en las fuentes, al ver una estrella fugaz… y de vez en cuando alguno de nuestros deseos se cumple. ¿Y qué pasa entonces? ¿Es tan bueno como esperábamos? disfrutamos de nuestra felicidad o nos damos cuenta de que tenemos una larga lista de deseos esperando a ser deseados.

El viejo de la imprenta se encongió de hombros. No esperaba una pregunta así: dime, querido viejo, ¿piensas que los deseos son los dulces del destino?

– Mi querido amigo, no puedo decir no que no estoy en desacuerdo contigo.

Me encogí de hombros. No esperaba una respuesta así. Gracias, viejo, tus deseos son los míos.

Cristina Penalva, desde Alcalá de Henares, nos habla de deseos, de intenciones, de gestos, muchas veces imperceptibles, pequeños, sencillos, sí, pero son las que nos hacen seres humanos, únicos e irrepetibles. Música: BSO Armageddon, para recordar de donde venimos y adónde debemos ir.

 

Y yo, que llevaba contados los abrazos…

hoy me derrocharé en abrazos: le daré abrazos al conductor del autobús, a la cajera del supermercado, a la señora del estanco y de la panadería; al primer jubilado que me encuentre sentado en la plaza de la Luz, al camarero que me sirva el café sin leche, al primer niño que sonría…y al que pase triste; a un amante, creo que hoy abrazaré, incluso, a la mujer del puesto de las castañas, y a la antipática de la farmacia, para… no dejar de abrazarte.

 

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Y EL ETARRA SE ARREPINTIÓ… UNA FECHA PARA LA HISTORIA Y UN VIAJE DEFINITIVO

Robert Manrique, a quien la maldita bomba colocada por ETA en el Hipercor de Barcelona el 19 de junio de 1987 le estalló bajo los pies, hizo ayer el viaje definitivo de su vida como víctima. Se encontró cara a cara en la cárcel de Zaballa (Álava) con el jefe del comando que puso el artefacto, Rafael Caride Simón. Y valió la pena, según las propias palabras de Manrique al salir de la cárcel.

Cumplió lo prometido. No estrechó la mano del animal etarra, porque una cosa es escuchar y hablar con quien ha intentado matarte y otra muy distinta es llevar una cita de esta naturaleza al terreno de la confraternización. Es como, en una primera cita, pretender el beso de una chica. Demasiado. El etarra no se merecía – ni nunca merecerá- un gesto humano de tamaño calado, por mucho que se arrepiente.

Roberto Manrique, que no ha recibido ninguna llamada de la clase política, – tampoco le hace falta-, ni de las «actuales» asociaciones de las víctimas terrorismo, tampoco lo necesita pues únicamente se dedican a esparcir la discordia al haberse convertido en “políticos” cuando sólo debería haber espacio en ese terreno para la humanidad, no iba sólo. Llevaba el mensaje de un puñado de víctimas, tantas como las 46 que sufrieron las devastadoras e irracionales consecuencias de aquel 19 de junio de 1987 (21 muertos y 45 heridos). Tantas como las más de 600 víctimas directas o indirectas que residen en Catalunya. Tantas como las miles que se distribuyen a lo largo del territorio nacional.

Al salir de la cárcel, un lugar que nunca deberían abandonar los etarras, Manrique dijo estar “tocado”. No era para menos. Pero a Robert le bastó las innumerables veces que Caride le expresó su “profundo malestar, sentir y arrepentimiento” por lo que hizo.

Si lo dice Robert, que de psicología humana entiende mucho, y eso que no ha estudiado, yo también lo creo. Creo que el arrepentimiento de Caride es sincero. Ello, sin embargo, no le debe otorgar ningún beneficio ni perdón de nadie, ni de Dios, en el que el etarra dice no creer, ni del Diablo… que lo engendró.

«He visto a un hombre roto, destrozado. En algunos momentos no podía mirarme a la cara, y era cuando se refería a Hipercor. Pero en las frases claves relacionadas con el arrepentimiento y el lamento, entonces sí, entonces me ha mirado a la cara sin pestañear. Y he visto a un hombre sincero”, explicó Robert.

Como quiera que Robert es así, – inagotable y agotador (dicho cariñosamente)-,, ya ha dicho que volvería a acudir a la cárcel las veces que haga falta, a acompañar a otras víctimas, a las que ha invitado a estar cara a cara con los terroristas, porque a él, el encuentro le ha sido beneficioso.

De hecho, la hermana de Gregorio Ordoñez, asesinado por ETA, ya ha pedido entrevistarse con el etarra

La cuestión es abrir la fractura más honda posible en el seno no sólo del colectivo de presos etarras sino en la propia organización criminal pues sigo sin creer en el abandono definitivo de las armas que han proclamado, como si lo hubiera hecho la serpiente.

25º aniversario de Hipercor

El próximo 19 de junio se conmemorará el 25º aniversario de la matanza de Hipercor. Y Robert, que aún es socio de la Asociación de Víctimas del Terrorismo en Catalunya, la cual fundó, no ha sido invitado al acto. Pero ni quiero ni debo dar más importancia a esta increíble y lamentable actitud de la ACVOT, cuyos dirigentes no merecen mayor comentario – y lugar en el pensamiento-, que éste.

Yo proclamo abiertamente mi amistad y mi profunda admiración por Robert. He tenido la fortuna de “vivir” su vida desde aquel 19 de junio de 1987 y de plasmarla en un libro Pido la palabra: crónica íntima de las víctimas del terrorismo (Ed. Lectio)”, y de él me quedo con dos frases que he aprendido durante todos estos fructíferos años:

“La felicidad une, pero el dolor reúne” y “las pistolas, ni de chocolate”. Porque nunca debemos permitir que se olvide aquel 19 de junio en Barcelona ni otras tantas fechas del calendario teñidas de rojo.

Y emplazo a los profesores a que incluyan esta fecha en sus clases y pregunten al alumnado actual si saben qué ocurrió el 19 de junio de 1987 en Barcelona. Una fecha para la historia y un viaje definitivo, 15 de junio de 2012.

 

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Un genio de 6 años

Un hombre ha enfermado. Tendido sobre una cama de un hospital ve que la vida se le acaba. Por la ventana entra la luz del sol. O quizá, no. Quizá llueve. Quizá hace sol… pero han bajado la persiana para que tamice la luz y la proyecte fileteada en la pared de enfrente. Quizás ese hombre nunca vio el mar. Quizás sí lo vio pero no lo hizo suyo. Quizás quien bajo esa persiana, tampoco.

Un breve relato de Chelo Romero, de Barcelona, que nos dice que amanece y anochecerá, y el resto está por escribir. Y nos dice también que en los pequeños gestos, en los momentos que devienen eternos, cuando menos lo esperamos, radica la esencia de la vida. Y eso es lo que nos llevaremos al final de una vida que, muchas veces, nos atropella hasta el hastío. ¡Carpe Diem!. Con música, con mucho gusto.

Hoy, conocí a un genio en el tren. No tendría más de 6 años. Se sentó a mi lado y, mientras el tren avanzaba a lo largo de la costa, llegamos hasta el océano. Entonces él me miró y dijo, ¡ ¿no es hermoso? !. Fue la primera vez que me percaté de ello.

 

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